Ante una guerra terca que se afianza en el Bajo Cauca y el Norte de Antioquia, territorios históricamente disputados por guerreros y mafias, las mujeres levantamos nuestras voces para decir ¡basta ya!
Cruzando caminos polvorientos, ríos agitados, selvas, valles y montañas, mujeres diversas de todo el país llegamos a estas ricas tierras, mancilladas por la codicia, las violencias y el despojo de la dignidad de muchas mujeres y hombres que han puesto su vida al servicio de la justicia, la equidad y el cuidado amoroso de la naturaleza.
Con un Estado ineficaz para detener la sinrazón de tanto terror, las mujeres denunciamos la absurda militarización de los territorios, la cual no ha traído seguridad para la inmensa mayoría de la población. Al contrario, han crecido el miedo, el desamparo y la desconfianza ante un Estado que tendría que ser protector y garante de los derechos humanos.
Con un inmenso e insultante despilfarro de recursos públicos, la militarización no ha impedido las muertes, las agresiones sexuales y los desplazamientos forzados de muchas mujeres y hombres, moradores de un territorio que sentían y vivían como su albergue vital.
La militarización no ha impulsado el desarrollo, el buen vivir y la protección de una naturaleza pródiga que irrigó de riquezas estos bellos y asombrosos territorios. Al contrario, los guerreros y criminales se han afianzado, controlan la economía, la política y las mentes.
El Acuerdo de paz, cuya firma conmemoramos ayer 24 de noviembre, no ha tenido el impulso y la celeridad requerida, esto a pesar de los muchos municipios priorizados en estas subregiones por ser considerados los más afectados por el conflicto armado, el empobrecimiento y la ausencia del Estado
La implementación integral y sin dilaciones del Acuerdo de paz es un imperativo ético. Al igual que el cumplimiento y el avance sostenido de las medidas de género incluidas en el mismo, las cuales representan un hito histórico de carácter planetario, poco valorado por varios sectores sociales y gubernamentales de nuestro país
Duelen profundamente los relatos de mujeres valientes que nos cuentan los horrores que están viviendo en estas tierras. Por ello nos hemos juntado 3.000 mujeres de distintos lugares de Colombia, caminando con pasos firmes por la geografía de unas regiones teñidas de rojo, alteradas y confusas con tantas expresiones crueles de violencia
En realidad somos mucho más de 3.000 mujeres de todo el mundo, hermanadas desde el corazón y la solidaridad para dar apoyo, cobijo, arrope, resguardo a las mujeres del Bajo Cauca y el Norte de Antioquia. Y para exigir al gobierno nacional, así como al gobierno departamental y a los gobiernos locales que se comprometan con la vida de las mujeres, sus familias y la protección de sus derechos.
Estamos aquí en Caucasia mujeres de muchas partes de esta amplia geografía colombiana, indignadas con las violencias, el control de los guerreros, y la impunidad.
Ante tantas afrentas y ultrajes reclamamos:
- El compromiso y la voluntad política de las autoridades gubernamentales con el Pacto y el Acuerdo de corredor de protección humanitario.
- La creación de entornos protectores para las mujeres y sus familias.
- Alternativas diferentes a la militarización de los territorios construyendo nuevos referentes civilizatorios.
- La completa y responsable implementación del Acuerdo de paz y de los derechos de las mujeres y de género contenidas en él.
- La protección real y efectiva de los derechos humanos de las mujeres y el compromiso con la sanción a agresores y perpetradores.
Exhortamos a la sensatez y reclamamos a las élites guerreras el cese de una confrontación armada terca e implacable en territorios ricos cuya población está siendo despojada de las más elementales dimensiones de su condición humana
Elogiamos a las valientes mujeres del Bajo Cauca y el Norte de Antioquia quienes se mantienen firmes en construir paz, defender la vida, entregando su ser a la cre-acción de otros mundos posibles.
Venciendo miedos, nos movilizamos para festejar la vida y nutrir la esperanza, abrazadas y conscientes de nuestro poderío, avanzando siempre con ímpetu en pos de nuestros sueños de paz con justicia, inclusión y dignidad.
Nuestros clamores, nuestros sueños son irrenunciables, son el faro de un quehacer sin tregua para construir un nuevo país así como conseguir la dignidad, el respeto y la justicia para tantas mujeres en este país lastimadas por una guerra que finalmente exacerba odios, y destruye a su paso la vida, las vidas, la naturaleza.
Por la vida, la desmilitarización y la no estigmatización del Bajo Cauca y el Norte de Antioquia.
Ruta Pacífica de las Mujeres
Caucasia, 25 de noviembre de 2021