Equipada con tapabocas, guantes, bata, una nevera y una maleta llena de jeringas, alcohol y demás elementos de bioseguridad, Edna Ladid Laiseca Sánchez, auxiliar de enfermería y vacunadora covid-19, sale todas las mañanas a las 6:00 a.m. de su casa con una meta clara: vacunar al menos 250 personas en el día.
Esta es la cifra que tiene que lograr para mantener el ritmo de vacunación
deseado en San José del Guaviare y sus alrededores. “Todo comienza el día
anterior cuando la jefa del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) nos indica el número de biológicos a aplicar al día siguiente”, contó.
En dicha nevera, Edna alcanza a llevar hasta 100 dosis de vacunas, las cuales debe mantener con buena cadena de frío todo el día. Esto es un reto porque “generalmente los paquetes fríos duran medio día y ahí es importante que alguien vaya y nos haga el cambio en la tarde”. Si la jornada es en un sitio más lejano, debe cargar una caba más grande con suficiente hielo.
Luego de recoger las dosis asignadas en el centro de acopio de San José del
Guaviare, Edna se monta en un carro y se dirige al punto donde tendrá que
vacunar. El viaje puede tardar seis o más horas, dependiendo de la trocha.
“Cuando llegamos montamos dos pequeños puestos de vacunación y nos
turnamos cuando necesitamos descanso”, explicó.
Hasta el momento, Edna ha vacunado en lugares rurales no tan alejados, pero aún así los desplazamientos pueden ser complejos. “Recuerdo los viajes a las veredas El Caprihco, Boquerón y Cachicamo. Para este último, fueron aproximadamente seis horas, pero con el invierno muchas veces”.
A partir del 26 de julio el equipo de vacunadores de Guaviare empezará la
inmunización en los lugares más aislados, entre ellos, los territorios donde
habitan los pueblos indígenas.
“Vamos a hacer vacunación a estas comunidades por todo el río Inírida. En este caso tardaremos al menos cinco días en llegar”, aseguró Edna. Por las distancias y la urgencia de vacunar, cada jornada es larga y extenuante. A muchas zonas no habrá tiempo de volver pronto, por eso Edna y su compañera hacen el esfuerzo de inmunizar a todas las personas que llegan.
Pese a la dura rutina, para Edna este sacrificio vale la pena. Cada vez que sale a vacunar, por su mente pasan todas las imágenes de amigos, familiares y personas allegadas que han muerto por covid-19. Y aunque sienta cansancio, eso le da fortaleza para seguir adelante en el proceso de vacunación.
Además, “mis hijos se sienten orgullosos de mí porque saben que soy una de las vacunadoras que está luchando contra la pandemia”. Esa es su mayor
motivación, junto al hecho de saber que aporta su granito de arena para poner una barrera a la transmisión del covid-19 en Colombia.
Para Edna, la vacunación covid-19 también ha venido con el reto de la
pedagogía. Por eso, un desafío personal que se ha impuesto es educar sobre
la eficacia de las vacunas a su comunidad y a todos quienes se acercan a los
puestos de vacunación. Su compromiso ha sido tal que ya la reconocen en el
municipio como vacunadora covid e incluso algunas personas piden ser
inmunizadas específicamente por ella.
Este es el caso de una conocida suya, adulta mayor y con comorbilidades, que desde el comienzo se negaba a ser vacunada. “Con tanta mala información que circula por los medios y el celular, no es raro, pero yo empecé a hablarle y demostrarle lo que pasa con la vacunación. Un día, lo logré”, contó.
Edna se sorprendió una mañana cuando la llamaron al celular y le dijeron que la mujer estaba en el punto de vacunación. “Yo estaba en otro lugar, pero me tocó ir hasta allá a vacunarla. Ella decía que si no era yo, no se vacunaba, así que todos estaban como locos buscándome. Es una satisfacción inexplicable lograr que alguien que necesita la vacuna, finalmente la acepte”, concluyó.