OPINIÓN | INSECTICIDAS AL NARANJAL

Repetimos casi siempre el mismo patrón, llevamos a una especie casi a su extinción para apreciar su importancia en el ecosistema. En la última década, tan solo en Suramérica desaparecieron 25 especies de animales y a nivel mundial fueron 79 especies de mamíferos, 23 de reptiles, 36 de anfibios y 134 de aves, según datos entregados por la Unión Internacional para la conservación de la naturaleza (UICN).

Sin embargo, esta vez la alarma es aún más grande, pues está en peligro de extinción el animal más importante del planeta, designado por La Real Sociedad de Geografía de Londres y el Earthwatch Institute en 2019. Estos entes argumentan que las abejas son las responsables de polinizar al 70% de especies de plantas en el mundo y contribuyen en un 35% a la producción agrícola, además de ser el único ser vivo que no transporta ningún tipo de patógeno.

“Se calcula que alrededor de 25.000 especies de plantas dependen de una abeja que transporte el polen para su fecundación; por lo que la agricultura y la producción de alimentos soporta su cadena en la acción de este insecto” reportó el Ministerio de Ambiente colombiano en un informe del 2020, conmemorando el día mundial de este pequeño animal.

Con el fin de proteger y conservar la vida de este importante insecto, se creó en Colombia la Asociación Colombiana de Productores y Protectores de Abejas (Asoproabejas). Este ente se ha encargado de visibilizar la dramática muerte de cientos de colmenas, radicando las respectivas acciones legales frente a los entes competentes y lamentablemente, este año el departamento de Quindío arrancó con el reporte de al menos 100 millones de abejas muertas tan solo en tres meses, que según los apicultores locales estaría asociada a la aplicación de plaguicidas en cultivos cercanos.

Precisamente, ante las denuncias hechas por Asoproabejas, el Instituto Colombiano de Agricultura (ICA) a mediados del 2020, tomó algunas muestras en las colmenas afectadas para determinar la causa de esta masacre, arrojando en las investigaciones realizadas que “la molécula fipronil es una de las causantes de la mortalidad”, mencionó Jorge García, gerente regional del ICA, en declaraciones a la AFP.

En consecuencia, en los primeros días de marzo de este año, el ente agricultor decidió suspender durante 6 meses la venta de productos que contengan el insecticida Fipronil, consignado en la resolución 92101 del 2 de marzo de 2021. Desde 2013, la Unión Europea prohibió el uso de este agroquímico, al catalogarlo como altamente tóxico para las abejas y moderadamente para humanos. Lo preocupante, es que tan solo basta una abeja infectada con el químico, para acabar una colmena completa.


“Seguimos con la problemática y es muy grave que a pesar que se ha trabajado por más de cinco años tratando de evidenciar este problema” expresó Faber Sabogal, presidente de Asoproabejas. En el último reporte entregado por Sabogal, indicó 1200 colmenas afectadas durante lo que va del año, tan solo en el departamento de Quindío. Por eso, sugiere endurecer las sanciones frente al uso del agroquímico y llevar el debate al Congreso de la República con un proyecto de ley que busca proteger a las abejas.

Ante esta problemática, se podría decir que quien encuentre una abeja en esta época puede considerarse como un afortunado, no solo por avistar con un insecto que está declarado como altamente vulnerable al cambio climático, sino también, porque este animal suele encontrarse en entornos poco contaminados. En esa situación hipotética, como nos dicen en la mayoría de casos debemos conservar la calma, pues las abejas que se suelen avistar en Colombia no son agresivas y solo buscan flores para polinizar. El ser vivo más importante del planeta, a pesar de ser tan sensible, tiene bastantes enemigos: cambio climático, fungicidas, insectos invasores, seres humanos inconscientes.

Por Nicolás Santiesteban
Comunicador Social y Periodista
usantotomas.edu.co

Aunque ya existe la polinización manual, no es tan efectiva como la generada por los animales, pues pareciera como si la naturaleza fuera perfecta y tuviera una función para cada ser vivo. Espero que aún estemos a tiempo para poder revertir la situación, pues conociendo el aporte que realizan estos seres vivos en el ecosistema, una reducción importante en su población también puede ser preocupante, opacando la lucidez de nuestros paisajes a un panorama mucho más gris, en el sentido literal de la palabra.

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