Un mal diagnóstico puede ser determinante en la vida de un niño e incluso, de un adulto. Si una pérdida auditiva no se detecta en los primeros años de vida de una persona, es decir entre los 0 y los siete años de edad, su proceso de será más lento y por ello es recomendable implantarse en los primeros años de vida para un mejor desarrollo del lenguaje porque al no escuchar y estimular el nervio auditivo se va perdiendo la capacidad. Por ello, es muy importante que padres y tutores estén atentos a las señales.
De acuerdo con Jonathan Bareño, fonoaudiólogo de MED-EL hay que tener en cuenta estas cinco señales claves para ‘intuir’ y luego verificar a través de un profesional si el niño o un adulto sufre de pérdida auditiva o hipoacusia.
El niño no responde a los estímulos externos. El llamado a su nombre, el sonido del celular, o una caída fuerte de un objeto, un grito o un estruendo que no genera reacción en el menor, son señales inequívocas de que algo sucede.
No hay avances en el desarrollo de palabras. Por lo regular esta señal pasa inadvertida y se nota cuando no hay desarrollo de palabras y sílabas. Suele confundirse con retraso en el desarrollo del lenguaje y problemas de aprendizaje: el niño termina haciendo terapias ocupacionales, cuando el problema es su sentido del oído.
Cuando la persona prefiere no participar en las conversaciones o da respuestas que no tienen que ver con el tema. A veces por vergüenza algunas personas que empiezan a perder la audición por fenómenos naturales como la presbiacusia, fingen escuchar a su interlocutor o dan respuestas tímidas que no tienen nada que ver con lo que se está preguntando.
Cuando hay dificultad en el aprendizaje. A veces se realiza un diagnóstico confuso y se sugiere que el niño pueda tener un déficit de atención o trastorno de aprendizaje.
Pedir frecuentemente que le repitan las cosas. Si es una constante, lo más apropiado es visitar un especialista
Las soluciones
Detectar la pérdida auditiva a tiempo es una de las armas más poderosas para buscar un tratamiento y rehabilitación, para de esta manera llevar una vida tranquila y sin afectar el entorno laboral, familiar, escolar y social. En ese sentido, la recomendación principal es buscar un tamizaje auditivo en la primera semana de vida de la persona, tenga o no las señales.
Si ya se tiene la pérdida, es importante recurrir a los sistemas de implantes: implantes cocleares para personas que perdieron completamente la audición por una meningitis, por ejemplo.
Conducción ósea para quienes padecen microtia y atresia e implantes de oído medio cuando una infección afecta la membrana timpánica.
También es importante tener en cuenta que la pérdida auditiva también puede generarse por enfermedades respiratorias, cutáneas, neurológicas y bacterianas, cuya consecuencia podría ser una pérdida auditiva súbita.
Igualmente, hay que tener mucho cuidado con la automedicación con fármacos porque pueden degenerar en una complicación auditiva.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) existen más de 466 millones de personas con pérdida auditiva, pero cerca de 360 millones sufren de pérdida auditiva incapacitante.
Lo más preocupante es que cerca de 1.100 millones de personas entre 12 y 35 años están en riesgo de quedar sordas, principalmente por la exposición recreativa, es decir, por actividades como escuchar música a alto volumen o permanecer en sitios con alta exposición al ruido, como es el caso de los aeropuertos.