EL DILEMA DE LOS PLÁSTICOS DE UN SOLO USO

Es probable que en algún momento hayamos escuchado la palabra “capitalismo”, sobre todo en los años más recientes donde se utiliza en el contexto político para contrastarlo con el “comunismo”, con peleas por redes a muerte que dejan ver el fanatismo de un bando u otro. Sin embargo, esta columna no es sobre política, en cambio, quiere dejar en evidencia una de las consecuencias ambientales más despiadadas que ha dejado el sistema económico y social que actualmente rige el mercado mundial.

Invito al lector a realizar un ejercicio simple: Piense en la última vez que realizó una compra en un supermercado y analice cuantas piezas de plástico le entregaron con su producto (Bolsas, empaques, estuches, envolturas). Probablemente la respuesta a la reflexión anterior lo deje sorprendido, pues algunas veces nuestro estilo de vida nos omite la consciencia, normalizando algunas acciones. Lo más preocupante es que la mayoría de los plásticos en los productos comestibles o de primera necesidad, son de un solo uso, ocasionando que pierden su utilidad primaria apenas se consume o utiliza el producto.

Se debe destacar que desde Acoplasticos, se vienen adelantando iniciativas para reducir la huella de carbono que generan los plásticos en el medio ambiente, en algunos casos, reduciendo el grosor de los polímeros y en otros eligiendo ingredientes que reduzcan el tiempo de degradación. Sin embargo, no pareciera ser suficiente y aún se siguen registrando grandes ecosistemas contaminados con plástico, a tal punto, que ya se ha reportado la presencia de micro plástico en afluentes de agua natural. En esencia esto obedece a un problema cultural con un producto que ha sido sobreexplotado en el mercado.

Al analizar el actual panorama nacional, podemos observar que estamos quedados en materia ambiental, a pesar de tener proyectos políticos como la resolución 1407 del 26 de julio de 2018 que “reglamenta el uso posconsumo de envases y empaques, y les da una responsabilidad a los productores para que hagan la gestión de esos residuos y tener puntos limpios de recolección para el aprovechamiento posterior”, manifestó Luis Gilberto Murillo, Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de ese entonces.

No obstante, son escasos los impactos sociales que se han logrado y aún tenemos en el mercado una gran cantidad de productos con plásticos de un solo uso, que se amplió durante la pandemia. El problema también deriva en que, en muchos lugares del país, lamentablemente, no se tiene educación ambiental donde se enseñe a reciclar de forma adecuada entre aprovechable, no aprovechable y materiales orgánicos (según el nuevo código de colores). Aunque, aplaudo la unificación de colores para la separación de residuos a nivel nacional, es una iniciativa que no contempla los sitios donde aún no se aplican esquemas de recolección discriminada, como, por ejemplo, en el municipio donde vivo, las empresas encargadas de la recolección de basura no tienen ni la más mínima intención de implementar un plan de este tipo.

Es preocupante ver cómo en Colombia solo se recicla el 17% de los residuos, dejando un amplio margen para la reutilización según declaraciones de Jorge Trujillo, director ejecutivo de la Corporación Punto Azul.

Es importante destacar que el pasado 10 de marzo, se presentó la actualización de la Contribución Prevista y Determinada a Nivel Nacional (iNDC), que será la hoja de ruta medioambiental que aplicará el Gobierno Nacional durante esta década. En este documento se plantean la reducción de gases de efecto invernadero y la conservación de los recursos naturales, en una apuesta por mitigar las consecuencias del climático. El documento está muy bien estructurado y de hecho fue elogiado por entes internacionales, esperemos que en esta ocasión sí se cumpla, por lo menos una parte de las ambiciosas metas con las que se han comprometido.

Por consiguiente y acudiendo a los principios humanistas, se debe utilizar la educación como un medio para visibilizar y comprender las problemáticas actuales, que en su mayoría incluso han sido creadas por el mismo hombre, con la intención de reformular acciones destructivas que hemos normalizado con el paso del tiempo (al hablar de educación no me refiero solo a la establecida en la formación escolar sino también a la inculcada en casa). Sin embargo, estos principios deben ser respaldados por políticas públicas que permitan aprovechar al máximo materiales como el plástico, involucrando directamente a la ciudadanía en el proceso.

Por Nicolás Santisteban

Comunicador Social

Universidad Santo Tomás

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